Había una vez una época en el que el hombre no tenía que llevarse a la boca, sus ojos estaban vacíos, su nariz no percibía olor, los sonidos entumecidos, faltaba el sabor, el color y la sensación de tener un alma que diera pie a la emoción.
El hombre/la mujer aró la tierra; creando surcos de sonidos que desgarran en el olvido de aquel que cogió el sacho sobre su tesón.
Araban a ambos lados del camino para no descompensar el nivel del río que haría crecer Amor.
Poquito a poco, surco tras surco creando lares de semillas y flor.
De Asia trajo un fruto blanco rico en energía y fulgor, el arroz.
Lo coge y lo planta y espera con Amor.
Tapando bajo Gaia, con abrigo la semilla que tras unas cuantas lunas dará flor.
De nuevo el sacho, de nuevo a arar bajo un sol estremecedor.
De Colombia trajo un grano negro, que pegajoso es este chicarrón!!.
Sembramos con paciencia que es lo que enseña la ciencia, y de mientras aparecen aromas que embriagan al viento que llamará a la emoción.
De nuevo el sacho, y trabajamos para plantar nuevas semillas bajo la quemazón.
Plantamos cereales y legumbres varias; lentejas castellanas de las del Cid Campeador.
Con la pasta que teníamos ahorrada trabajaremos para plantar de nuevo el trigo, eso es; inversión.
Nuestro hombre/mujer se va llenando de sensaciones; olores, colores, falta aquél viento que a las montañas llevo la esencia pura del sudor.
Es allí donde el cielo percibe el aroma de la esencia verdadera, del espíritu del trabajo que aquel hombre/mujer creó, y por ello surge la emoción. Dos grandes ríos que riegan todo un mundo de sensación donde el trabajo dará su fruto, y el hombre/la mujer tendrá alma para entonar un son; el de como nace el alma cuando se siembra con Amor.
THE END. Marisol Andrade.
Lindo ❤❤❤
ResponderEliminarGracias tía!!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar