lunes, 13 de febrero de 2017

EL HIJO DE PROMETEO



Son luces cegadoras aquellas que entre ascuas braman las horas.
Recorrido por el tiempo, en el que sujeto seguro está, pues, el fuego purifica la pupila de todo lo que visiona; ya no debe temer el antes, pues lo que manda es el ahora.
Embaucador sonido el Cris-cras de la noble madera; encina, olivo, haya, roble y la que se quema.
Embriagador el humo que nos rodea,
ahumando la somnolencia que aparece mientras se mitigan los porqués que en la mente se menean; es lo que tiene el mirar una buena hoguera.
Hoguera hogareña; que calienta,  asegura y te embarga de calor. Calor con el que creces cuando buscas amor y es que; una lámpara que se enciende para otros, ilumina así tu propio camino,  dice un proverbio budista.
Cuanto no más ha de iluminar para el que enciende un buen fuego embaucador. Para embaucarnos a todos en lo que vale; el amor.
Así es el hijo de Prometeo; todo pasión, y hasta que no se hace cenizas no nos dice adiós.
Marisol Andrade.
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