lunes, 16 de abril de 2018

I wish a perfect love story 10

Y es que cuando es imperante pedir perdón,  es sentir el porqué y el a quién.
La mente busca;  quizás fuiste mala en otro tiempo, quizás egoísta, quizás obraste  mal, quizás fuiste fruto de una educación que se olvidó de enseñar valores de convivencia y aprecio por lo  humilde de lo que nos rodea.
Así no más empezaría a recordar pequeñas historias y a telefonear a las antiguas amigas que relegue a dejar en un cuarto o quinto plano, por atender sólo lo mío.
Llamé a Isa, llame a Mari Jose, llamé a Juli y aquellos que pasaron por mi vida y creí que les debia pedir perdón, con algunos conseguí hablar con otros no y aún hoy tengo un par de historias pendientes.
La de Jesús V. Un niño al que la vida le había puesto una hermana con parálisis cerebral igual que a mi hija. A él le habríamos comprado la casa. Mi error olvidarme de un mensaje que su padre enviaba al mío.
En el cole, Jesús V me dió bien el mensaje de sus padres; "a las tantas cortarían la luz del piso, si no se iba a cambiar el recibo del propietario".
Me acordé tan sólo del mensaje cuando vi a su padre frente a la puerta discutiendo con el mío.  Mi padre decía y defendía la idea de que no se me olvidaría nada, que yo no habría recibido el mensaje puesto que lo daría tiempo. Pero la verdad es que se me olvidó y dije delante de él, que no me lo dió.
Como cambia la frase, tenía más miedo a mi padre que a decir la verdad; porque ya había probado que cuando haces algo malo, la correa se posaba sobre las costillas. Por muchas otras historias que en mi vida sucedieron, siempre el miedo de contar la verdad; por imitar las enseñanzas de los que te rodean, te inculcan, te vuelcan... Pero esa sería la última vez que probaría el cinto, no de ahí en adelante yo contaría la verdad, la mía; y es que si algo no he hecho no lo admitiría y si algo he hecho mal yo asumiría el hacerlo como a uno lo enseñaron o dejaron de hacer. Siempre la verdad como religión y camino. Aquel día Jesús V quedo como mentiroso y yo me libre del cinto.
Esa noche en el hospital, caí rendida pensando en pedir perdón a toda persona a la que le hubiera podido ofender y daba igual el porqué. A mis amigas las había olvidado por el camino e incluso las había ofendido no aceptando su regalo para mi primer hijo. Todo venía a la cabeza y todo era como en el cuento de Navidad, sin ser Navidad; veías el pasado, vives el presente y quieres pensar en un futuro mejor. Estando en el presente empezarían a pasar a Lorena  de incubadora en incubadora, pues lo primero que cogió fue una pneumonía: normal la falta de estar vestidita y debajo de una estufa las 24 horas no es lo mismo que la incubadora.
El hematoma se había reabsorbido por completo, era el 4 de abril. Luego llegaría la primera resonancia, para confirmar la parálisis, pero mi marido que iba apuntando pequeñas notas en una libreta quiso hacerle frente al odio y apuntó:" No secuelas tan solo un gran susto".
Habíamos pasado por un prolapso de cordón con Unai que nos derivo a un gran susto, pero que finalmente se verificó como tal, en cambio con Lorena, no iba a ser igual; habría secuelas, grandes secuelas que en las charlas del 7 y 8 de abril tenidas no sólo con los pediatras sino también con Gaztañaga, que era el neuropediatra que le tocó a Lorena, confirmarian la hipoxia isquémica del cerebro, la tetraparesia espástica y el retraso profundo que la niña tendría. La epilepsia es un síntoma que aparecería más tarde y que sueles ir asociada a todas estas situaciones.

Recuerdo que por esas fechas, una de las enfermeras me pregunto si quería coger a mi hija en brazos.
- No te asustes,  es como si cogieras una muñequita rota, la sensación será muy parecida.
No se equivocó, efectivamente, mi hija no se asía de sus bracitos ni de sus piernas; las cuales caían con un efecto gravitatorio pausible. Era un peso muerto que tan solo rondaba los dos kilitos.
Me vino a la memoria la historia de como unas navidades,  los vecinos de al lado me regalaron una Nancy. Lo hicieron porque veían como al ser una familia tan pobre mi madre me conseguía juguetes pero siempre de segunda mano: una barriguitas, unas pelotas, y poco más. Pero juguetes nuevos no.
Era el día de Reyes, la saqué para jugar con otras amigas, una Nancy preciosa. Mi madre llamó por la ventana:
-¡Mari, acércate a por el pan!
- ¡vale mamá !-le contesté.
A Paqui le dije que dejaría mi muñeca allí, sobre el rellano de su puerta, mientras hacía el recado. Baje la cuesta entre nuestro caserío y la tienda de Pura.La subí, pero, cuál fue mi sorpresa, nadie estaba jugando con las muñecas y estás habían desaparecido. Tenía la esperanza de que la mía estaría en casa, me la habrían dejado allí. Pero ¡no!, al subir con el pan pregunté a mi madre y la contestación fue:" no nadie ha venido, vete a buscarla". En ello que me fui rauda como una liebre, fui a llamar a Paqui directamente, para que me dijera algo. Ella dijó que no la había cogido y que no vio si alguien había cogido la muñeca.  Con esa versión subí a casa sollozando, pero entonces, el cinto volvió a sacudir mis espaldas. No había guardado un tesoro. No me había durado ni un día y era una niña tonta que se dejaba quitar todo lo bueno. Esa fue la gran lección. Perdí una hermosa muñeca y al oír a la enfermera hablar de muñequita rota, la metáfora entre las dos historias cobro todo su sentido.
CONTINUARA....

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