lunes, 30 de abril de 2018

I wish a perfect love story (11-2)

La niña apenas cogía peso y estábamos desesperados, porque veíamos como a los demás niños se les enseñaba a comer, pero a la nuestra ni lo intentaban.
En una de estas veces, era la hora de la merienda, al lado de Lorena se encontraba Amets, un niño cuya madre era de Zarautz. Su madre no siempre podía venir a verlo, pues trabajaba en hostelería y tenía otra niña a la que atender. El padre tampoco podía,  era un camionero dedicado al transporte internacional, sólo aparecería cada cierto tiempo por casa,( en el hospital nunca coincidimos). Sabiendo que Amets no iba a tener visita de su amatxo y sabiendo que dejaba siempre medio biberón, yo no me lo pensé mucho y me abalancé sobre aquel bibe, la tetina era super blandita y podría ver con mis propios ojos sí el instinto de succión se había perdido o lo estábamos dejando perder. Cuál fue la sorpresa... Lorena bebió del bibe de Amets. Enseguida se lo contamos a una enfermera, que estaba haciéndose la tonta, porque nos había visto las intenciones desde el principio, pero a mí parecer ella no tenía ninguna esperanza de que fuera a tomar ni un solo mililitro.
Eufórica y cabreada a la vez pedí hablar con el pediatra que llevaba el caso de mi hija. El doctor Rey era quien lo hacía. Me tuvo que pedir calma para que le contara aquella osadia y cuando pude hacerlo, todo sorprendido, me dijo:
- Esperaremos a mañana por la mañana, a primera hora es cuando el niño toma el bibe con más fuerza y comprobaremos si usted tiene razón.
Así lo hicimos y para grata sorpresa de todos Lorena había bebido cerca de 60 ml, para ella un montón. El pediatra nos dio la razón, la niña poseía el instinto de succión y no estaba siendo trabajando.
Cómo tan sólo nos quedaban  unos pocos gramos para el peso mínimo de salida del hospital decidimos no esperar a que las enfermeras le enseñarán a Lorena a tragar bien la leche, decidimos ser nosotros los que ya habiendo sido osados con su primer bibe fuéramos osados con el resto. Pedimos permiso para llevarnos a nuestra hija del hospital, y viendo cómo era nuestro comportamiento firme y normalizador con la situación, los médicos decidieron que sí. Era el 13 de mayo, el día en que saldríamos del hospital.
Tenía un precioso vestido de color crema guardado para el bautizo de mi hija, pero como ya estaba bautizada de urgencias, decidí que sería un buen día para su estreno. Se perdería un poquito en él, pero saldría guapísima a que la conocieran todos los que no habían venido al hospital a verla ,unos cuantos tíos y tías, incluido su propio hermanito Unai.
Fue una grata sensación, como si en casa todo fuera a ir mejor, e incluso pensábamos que todo podía cambiar, estaba contenta hacía mucho tiempo que no tenía esa sensación de pletoriedad, fruto de una gran ignorancia debo decir.
Continuará.....

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