Pero antes de salir del hospital recordaba todas las tardes y algunas mañanas en la capilla del hospital, rezando. Allí me encontré con Dios y con un anónimo que dejaba cosas tan bonitas escritas como esta de Ramón Ángel Jara.
Madre
Hay una mujer que tiene algo de Dios
por la inmensidad de su amor,
y mucho de Ángel
por la incansable solicitud de sus cuidados.
Una mujer que siendo joven
tiene la reflexión de una anciana
y en la vejez
trabaja con el vigor de la juventud.
Una mujer que si es ignorante
descubre los secretos de la vida
con más aciertos que un sabio,
y si es instruida
se acomoda la simplicidad de los niños.
Una mujer que siendo pobre
se satisface con la felicidad de los que ama,
y siendo rica
daría con gusto su tesoro
por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud.
Una mujer que siendo vigorosa
se estremece con el vagido de un niño
y siendo débil
se reviste a veces con la bravura del león.
Una mujer que mientras vive
no la sabemos estimar
porque a su lado
todos los dolores se olvidan;
pero después de muerta,
daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos
por mirarla de nuevo un solo instante,
por recibir de ella un solo abrazo,
por escuchar un solo acento de sus labios ...
De esa mujer no me exijais el nombre
si no queréis que empape con lágrimas vuestro album,
porque ya la vi pasar en mi camino...
Cuando crezcan vuestros hijos,
leedles esta página y ellos,
cubriendo de besos vuestra frente,
os dirán que un humilde viajero
en pago del suntuoso hospedaje recibido,
ha dejado aquí, para ti y para ellos,
un boceto del retrato de su madre.
Ramón Ángel Jara
Me encontré con Dios y también con un par de caraduras de los grandes.
La historia de los caraduras comienza cuando decidí comprar una planta para ponérsela a la amatxu de Aranzazu. Decidí salir a la floristería más cercana del hospital y allí mirar qué opciones tenía. Segun la vi supe que era ella, la que quería, la que presidiera en el altar; una orquídea salvaje, totalmente encorvada, que poseía 13 flores: 8 a un lado y 5 al otro. Los capullos más cerrados estaban en su parte superior y eran más en la zona de las 8 flores. Era preciosa, una Cymbidium blanca salvaje.
El caso es que delante del comprador le dije a mi marido:" la quiero poner en la capilla", y así fue.
Lo que no sabía es que al día siguiente desaparecería del altar. Estaba tan decepcionada que es como si me fuera importantísimo el reponerla. Pensaba, que alguien se la había llevado por lo bonita y llamativa que era.
Volvimos al sitio de compra y cuál fue mi sorpresa había una Cymbidium blanca salvaje; de 13 capullos y a pesar de tener dos más abiertos estaban separados en una rama con 8 a un lado y 5 al otro, era la misma... me puse histérica con los vendedores. Hasta que mi marido me calmo e intento hacerme ver que igual no era la misma. Pero ni hoy en día, ni aquel día, nadie me quita la sospecha de que la planta era la primera que yo compré. Por cómo reaccionaron los propios vendedores, uno histérico y otro pasota.
De hecho, lo siguiente que hice fue ir a hablar con el párroco para que estuviera atento con lo que yo había o estaba sospechando; existía una reventa de flores que se cogían de de la capilla, y lo llevaban a cierto centro floral, donde unos caraduras jugaban hasta con los sentimientos de las personas.
Eso sucedería dentro de los pasajes vividos en el hospital, pero a partir del 13 de mayo, tendríamos muchos más pasajes para contar.
Continuará. ...
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