Esperando cambios en varios de esos frentes, lo primero que nos encontramos al llegar a casa fue: a Unai, él estaba estupefacto e indeciso a la vez sobre cómo debía de comportarse con su hermana. Un niño de 3 añitos que esperaba la foto con su hermana, foto la cual llevaría junto a sus compañeros cómo era la tradición en la ikastola. Tradición, entre muchos de sus amigos que habían tenido la experiencia de convertirse en hermanos mayores; niños que se destronaban de su reinado. En este caso, con una gran dependencia frente al tiempo que había que no sólo dividir entre dos. Puesto que para con Lorena sería el tiempo total. La dedicación no podría igualarse entre ambos por mucha igualdad que como madre quisiera.
El mayor frente que se nos abría ahora era el familiar. Poca gente vino a visitar a Lorena a su llegada a casa, es algo que se dejó sentir esa tarde. Pero sería una tónica a la que íbamos a tener que acostumbrarnos. Lorena suponía una puerta al desconocimiento pero no sólo para la familia también lo fue en primera instancia para nosotros.
Se nos derivo al centro de Aspace para que aprendiéramos el conocimiento por el mundo de la parálisis cerebral.Aunque nos acogieron a partir de los 4 meses, siempre existía una esperanza de que la niña mejoraría muchísimo, de que podría andar, expresarse y ser autosuficiente a su manera. No queríamos ver lo que significaban las palabras parálisis cerebral de alto grado, tetraparesia, retraso profundo,... hay que pasar diferentes fases desde la aceptación hasta la propia negación de la situación, pasando por estadios de euforia hasta acabar en una resignación que aunque es perenne, trae calma y sosiego al saber de las condiciones antes expuestas.
El estar en casa, durante la primera fase de conocimiento, da por un lado; inquietud, frente a una exposición ante la comunidad, tranquilidad y relajación, porque estás en tu propia casa y en el entorno que va a coger a Lorena tal y como era y es. Aunque esa misma tranquilidad, debo decir, a mi persona le supuso una traición. Por un lado, el desconocimiento de comprender lo que suponía la condición de mi hija y por otro lado, el alcance de todo lo que abarcaba. Todo ello, me llevo a pensar que yo no iba a poder sacar aquel bebé adelante.
Una tarde, mi madre que venía los primeros días a acompañarnos a los paseos, ya que había guardado unos días laborables para ayudarme, se acercó a mí y me dijo:
-¡Si ves que no puedes con la niña déjala en una institución, pero tú tienes otro niño por el que vivir, por tu marido y por ti, luego no hagas ninguna burrada.!
No sé como supo que mi mente estaba pensando en maneras de suicidio; porque no divisaba alternativa para poder seguir al frente. Más sus palabras hicieron tal efecto que desde entonces no hubo malos pensamientos sólo buenos; como los de Conny Méndez, en su libro:" Piensa lo bueno y se te dará".
Yo quería aquella niña y la quería en base a crear un estado de igualdad frente a mi otro hijo, aunque las condiciones, limitaciones y necesidades fueran diferentes. Cogí fuerzas y decidí que a pesar de no ser la mejor madre del mundo, si intentaría ser la madre que esa niña preferentemente necesitaba. Una madre para lo bueno y para lo malo, una madre que da la cara por ella ...porque la quiere tal y como es y no pretende ser más límite de los que aquella niña ya con sus condiciones había traído a este puñetero mundo.
Luego el suicidio no es opción, pero determina una racha de malos pensamientos que hay que encauzar a tiempo y de la mejor de las maneras. No sería todavía la época de ir al psiquiatra, pero si la de salir a la calle con un bebé con grandes limitaciones.
La primera foto con mi hijo sería la que llevaría a clase anunciando que ya tenía una hermanita. Se la hicimos la tarde nada más llegar del hospital, estaba nerviosísimo mi hijo pero el retrato mostraba: no celos, ni entusiasmo, más bien estupefacción, no saber cómo cogerla ni por dónde... igual que sus padres.
Todos estábamos con la misma preocupación; ¿cómo sacamos adelante a una niña con parálisis cerebral?
Continuará.....
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