A veces parece que estés enfadada con todo un sistema asociativo de padres, con más de medio pueblo, con todo un sistema educativo, y quien sabe... con quién esta más allá, pero en realidad el enfado es una etapa a tener en cuenta cuando la alerta deba tan sólo ser eso; ALERTA.
Por que la vida es para saber que cuando las lecciones están aprendidas sólo debe existir la práctica. Yo ante esos enfados primero me acuerdo del gran maestro Gandhi :
Gandhi unió varios conceptos y los adaptó creando el término ¨satyagraha¨, que debe traducirse como ¨ fuerza del alma ¨. El propio Gandhi la definió como ¨ la reivindicación de la verdad, no causándole sufrimiento al adversario sino al propio yo. El adversario debe ser liberado del error con paciencia y simpatía. Liberado, no aplastado.¨
Siempre al igual que una misma creyó ser un Karma Yoghi; Gandhi perfecto, yo estoy en ello. Defendiendo la verdad ante todo:
Me viene a la cabeza un relato de otro gran maestro, más cercano a la tierra; el navarrico, Javier Urra, de él merece tener en cuenta su larga trayectoría, pero ante todo, su gran corazón.
Les dejó algo que merece ser recordado desde su libro ¿Qué se le puede pedir a la vida?, y que estoy segura que Gandhi compartiría para que los momentos de enfado pasen:
LAS TRES PIPAS
Cuenta una leyenda india que un miembro de la tribu se presentó ante el jefe fuera de sí para hacerle saber que iba a tomar venganza contra un enemigo que lo había ofendido, pensaba ir corriendo y matarlo sin piedad.
El jefe lo escuchó y le propuso que fuera a hacer lo que pensaba pero que antes llenara su pipa de tabaco y la fumara a la sombra del árbol sagrado.
Así lo hizo el guerrero, fumó bajo la copa del árbol, sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe para hacerle saber que lo había pensado mejor, que entendía que era excesivo matar a su enemigo, pero que había decidido pegarle una paliza inolvidable.
El anciano jefe volvió a escucharlo y aprobó su decisión pero le hizo ver que había cambiado de opinión, debería volver al mismo lugar y fumarse otra pipa.
Así lo hizo el indio, fumó y meditó. Al terminar regresó ante el cacique para comentarle que estimaba excesivo el castigo físico pero que iría a afearle su conducta delante de todos para que se avergonzara.
Con bondad fue escuchado y orientado de nuevo por el anciano que repitiera su conducta y la meditación.
Bajo el árbol centenario el guerrero convirtió el tabaco y el enfado en humo.
Pasado el tiempo, volvió ante el jefe para decirle que lo había pensado mejor y que había decidido acercarse a quien lo agredió y darle un abrazo porque <<así no será mi agresor sino que recuperaré al amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho>>.
El anciano jefe le regaló dos cargas de tabaco para que ambos fueran a fumar juntos al pie del árbol y le comentó que <<eso quería pedirte pero no era yo quien debía decírtelo, sino tú mismo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras>>.
Espero que muchos sean como ese al que el guerrero abraza, por que las puertas estan abiertas para hacer que el enfado dejé de estar en Alerta.
Por hoy, hasta aquí conpartó mi camino, como siempre les digo:
sientan, piensen y transmitan valores "positivos"
Marisol Andrade.
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